Con-Ciencia Política (ENE 11)

Por Jose Luis Gálvez Gómez

Politólogo

La pandemia es una cuestión de responsabilidad.

La palabra “responsabilidad” procede del latín responsum, del verbo respondere, que a su vez se forma con el prefijo re-, que alude a la idea de repetición, de volver a atrás, y el verbo spondere, que significa prometer, obligarse o comprometerse.

La responsabilidad es el cumplimiento de las obligaciones, o el cuidado que debe guardar un sujeto al tomar decisiones o realizar algún acto.

Se trata de una característica positiva de las personas que son capaces de comprometerse y actuar de forma correcta. En muchos casos, la responsabilidad viene dada por un cargo, un rol o una circunstancia; por lo tanto, en una sociedad, se espera que las personas actúen de forma responsable, ejerciendo sus derechos y desempeñando sus obligaciones como ciudadanos; es una cuestión de ética, de moral y de valores.

Existen otros tipos de responsabilidad, como la responsabilidad civil, la responsabilidad solidaria y la responsabilidad limitada. Pero para ir acorde a lo que está sucediendo en nuestro país con la pandemia, es importante destacar el papel que juega la responsabilidad social como el compromiso, obligación y deber que poseemos todos como ciudadanos para contribuir voluntariamente en construir una mejor sociedad.

La responsabilidad social es un concepto normativo, pero no es obligatorio, es decir, no tiene fuerza de ley y tal vez aquí radica nuestro problema, ya que en otras naciones el Estado o la autoridad impone a través del uso legítimo de la fuerza, la observación y cabal cumplimiento de la misma.

La responsabilidad social puede estar comprendida por acciones negativas y positivas, es decir, las primeras se refieren a abstenerse de actuar y las segundas a hacer lo que es correcto provocando que los ciudadanos tomen una actitud madura y creen conciencia, ya que su cumplimiento beneficia a todos, fomenta la confianza pública y mejora la salud de los individuos que conforman dicha sociedad.

Por otra parte, el Estado Mexicano también tiene sus propias responsabilidades, las cuales están consagradas en nuestra carta magna; para el caso, en su artículo 4° y en la Ley General de Salud se reglamenta su responsabilidad de brindar salud y de dotar de estos servicios a cada mexicano para llevar una vida saludable y plena para su desarrollo individual, pero también tiene la obligación de generar las condiciones materiales y de oportunidades económicas para que todos puedan trabajar y llevar el sustento a sus hogares.

El problema en el que hoy estamos metidos todos los mexicanos, se debe a que nadie, ni el propio gobierno ni la ciudadanía, hemos asumido esa parte de responsabilidad que a cada uno corresponde. Desde el inicio, el gobierno minimizó la pandemia, hizo muy malos cálculos y pronósticos, actuó tardíamente, no ha puesto el ejemplo ni siquiera para hacer el uso obligatorio del cubrebocas ya que el propio Presidente de la República no se lo pone ni para salir de gira y su subsecretario estrella Hugo López Gatell, quien le ha pedido a la ciudadanía enérgicamente que se queden en casa, se larga de vacaciones a una playa nudista en Oaxaca. Se están adquiriendo las vacunas a cuentagotas, colocando al país en los últimos lugares de avance en vacunación con un 0.06%, pero sí primer lugar en muertes de profesionales de la salud con 2,470 más 745 nombres que no aparecen en las listas oficiales según Amnistía Internacional; es decir, ocultando cifras reales tanto de contagios como de los fallecidos y jugando con un semáforo sólo para aparentar un triunfalismo irreal.

La mayoría de los mexicanos siguen transitando por las calles sin las medidas mínimas de protección y haciendo reuniones con familiares y amigos, pero como dice el dicho, nadie experimenta en cabeza ajena.

Hoy los hospitales están saturados, las gráficas de contagios y fallecidos se han elevado incluso más que cuando comenzó la pandemia, porque si antes los muertos se contaban en cientos ahora se cuentan por miles. Mucho cuidado, porque si no nos tomamos las cosas con seriedad y si el Gobierno continúa con su ideología mísera de austeridad sin una política de apoyo económico básico universal, entonces México se estará dirigiendo hacia una grave crisis humanitaria y de destrucción.

No es posible que se estén inaugurando instalaciones militares y no hospitales. No es posible que vayamos a gastar más dinero en las elecciones que en comprar vacunas o camas de terapia intensiva; No es posible que no nos demos cuenta de que el descontrol de esta maldita pandemia, sea responsabilidad de todos. (iM-rrc)

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